Y ahora ya, pareciera que el pantano se quedó sin agua, solo queda el fango

L.T. fue un “niño harapiento”, posteriormente un “niño Armani” y finalmente un “niño Decathlón”.  Tres fases de la vida: Crecimiento, Consolidación/Sublimación, Humildad. Eso sí, nunca dejó de ser niño.

Dormir sobre la paja, llenar el estómago solo “cuando tocaba”.  Jugar sin juguetes y soñar, eso sí, soñar con creativas actividades lúdicas en los tiempos de descanso, desde luego, después de duras jornadas de trabajo en un mundo rural tan extenuado como todos los campesinos que vivían la inmisericorde resaca de una cruenta e inútil (excepto para algunos) guerra.

L.T. fue un niño harapiento y pobre, él como tantos otros, no tuvo la culpa, tampoco sus padres.

Eran tiempos donde los sueños era lo único que no pasaba por la censura. ¡¡Ayyyyy si lo hubiesen podido hacer!!

Y resumiendo mucho, así recuerdo aquellos tiempos carentes de recursos, pero ricos en sueños, dónde éramos capaces de jugar sin juguetes.

Eran aquellos tiempos ¿mejores o peores que los actuales? ¡Por los dientes de una sardina que, en general, eran peores! Pero cuidado, subamos a la Azotea y veamos…

Tornando a mi recurso de las metáforas, me imagino, más bien recuerdo, aquellos tiempos donde todo estaba “contenido/controlado”.  Era como un gran pantano, la libertad era regulada en la gran presa por los fachas y la iglesia, que nos gobernaban, más los militares, como “refuerzo de la fuerza”, por si acaso alguien… Muchos, o sus descendientes, hoy aún están ahí, y para más “inri”, hoy, en el Gobierno y puestos de poder.  Tierras abajo de la presa, enormes estepas sedientas de justicia y libertad.

Aquella gran compuerta, cerrada a cal y canto por una férrea dictadura, un día empezó a moverse, en gran medida por la presión externa de  algunos países, poco a poco se fue abriendo y, un buen día, nunca mejor dicho, y previa muerte del dictador, la compuerta se elevó a toda velocidad hasta lo más alto de la presa.  Las aguas se agitaron y con inmensos y en ocasiones violentos remolinos, ese  caudal de ilusiones, sueños contenidos, y ansias de libertad, se deslizaron y desparramaron de forma impetuosa por la gran pendiente inundando cual sorprendente tsunami todos los territorios de este país.

Por supuesto, las turbulentas aguas no eran puras y cristalinas como aparentaban en el gran pantano. La impetuosa corriente también arrastraba mucha suciedad oculta en sus bajos fondos: ambiciones desmedidas, envidias, venganzas, ladrones, traiciones, corruptos, aprovechados, etc.

Fueron años de verdadero desmadre, opulencia a go-gó,  con sus cosas buenas que las hubo, como las no tan buenas o rematadamente negativas, que tampoco han faltado a la cita.

Y ahora ya, pareciera que el pantano se quedó sin agua, parece que hay más fango que agua.  ¿Qué queda de aquellos dorados años? La construcción paralizada, la industria ralentizada por falta de financiación, los Bancos y Cajas vergonzosamente rescatados a base de un endeudamiento de la sociedad de por décadas.  La justicia persiguiendo a los pobres desahuciados, y la banca, y por ende sus  incompetentes (y a veces corruptos) gestores, haciendo «caja» especulando en los mercados en vez de realizar su función de conceder créditos y facilitar el desarrollo de las empresas y las familias, y para rematar, unos incompetentes políticos y en su gran mayoría, magistrales corruptos, y no es eso lo peor, incomprensiblemente, millones de ciudadanos dispuestos a seguir votando a esos políticos de invicta e indisimulada trayectoria fascista.

Pero no crean que todo se perdió para todos, como ya podéis intuir, la mayor  parte del agua de aquel inmenso pantano, no se perdió ni fue compartida o repartida equitativamente por las necesitadas y desérticas estepas.  Una vez más, el “gran capital”, (creo que sabemos de qué/quien estoy hablando) y a “río revuelto”, gestionaron bien aquella riada.  Hoy, aquellas aguas bien canalizadas, reposan en las “manos” de los que siempre las poseyeron, bien invertidas en el gran trust industrial/mediático, o en los intocables paraísos fiscales. Todos aquellos territorios, que durante décadas fueron regados con los ojos de la ilusa libertad, han quedado (de nuevo) casi como una desértica estepa.  Pisos vacíos, familias rozando la indigencia, pueblos fantasmas o desaparecidos, carreteras por donde se transporta miseria, aeropuertos sin aviones, trenes sin pasajeros y autopistas llenas de promesas que no se ve el final, porque llevan a ninguna parte, pero que nos siguen cobrando su peaje. ¿Hasta cuándo?

A pesar del anuncio por el Gobierno de turno de «brotes verdes» en el horizonte económico,  lo cierto es, a día de hoy, y lamento parecer (o ser) negativo, el panorama, un territorio seco de ilusiones, vacío de esperanza, gestionado por una manada de corruptos e incompetentes gobernantes de talante fascistoide al servicio de los poseedores de aquellas aguas que se perdieron un buen día sin saber cómo, aunque si por qué. Un territorio con un cielo lleno de oscuros presagios, donde si algún rayo de sol asoma, solo algunos pueden disfrutarlo, porque para la mayoría, solo asoman negros nubarrones. Algo habrá que hacer proclamo…

Desde mi Azotea, veo que los pisos siguen vacíos, que sigue habiendo desahucios, los enfermos en interminables listas de espera, los ingenieros y lo albañiles no tienen trabajo, y lo más triste, nuestros hijos y nietos, no saben jugar sin juguetes.

Son recuerdos de cuando yo jugaba sin juguetes…

Cuando andaba por los caminos
como un pobre sin complejos,
me dedicaba a soñar
en conquistar grandes retos.

Cuando el sueño no se cumple
y te cobija la pobreza,
mientras sigues caminando
todavía te queda la ilusión
de poder seguir soñando.

Aprendimos a caminar en la noche,
de la ilusión hacíamos derroche
ello nos hacia mas fuertes
y conseguíamos divertirnos
jugando sin juguetes.

Cuando en la adolescencia compleja
parece más fácil soñar,
la vida te pone en tu sitio
cambiándote de lugar
y ya no hay espacio en el mundo
que te permita volar.

Cuando por fin ya despiertas
en algún incierto lugar,
ya pasaron muchas décadas
para poder volver atrás.

Para mí no existe el resentimiento
porque si algo falló,
la culpa fue por igual,
ya que la firmeza,
no es contraria a la humildad.