Un  ¡No a la huelga de mentes caídas!

¿Qué pasaría si no tuviésemos algo o alguien a quien criticar?

Es sin duda, esta «actividad», una de las válvulas de escape nacional. Somos unos grandes expertos en esta «habilidad», dudo exista otro país con una adicción tan extendida y practicada.

La crítica y la denuncia ayudan al avance y mejoramiento de muchos aspectos de las personas y de la sociedad como un todo. Pero claro, como todas las cosas, en su justa medida. Viene esto a cuento, pues parece que como consecuencia de los tiempos de crisis que vivimos/sufrimos, mucha gente necesita ante los muchos desmanes que proliferan en las esferas políticas y económicas, un cierto derecho al pataleo, la verdad es que no hay mucho margen para más (¿o sí?). Salvo, y esto será cuestión de otro escrito, que nos tomemos en serio esto del cambio, he iniciemos una profunda y ordenada «revolución popular», con líderes nuevos y «creíbles», nacida desde abajo, iniciada en las redes sociales de Internet, y representada en las calles y plazas de este país de forma contundente y continuada . Pero como decía, este no es el tema de este escrito.

No obstante, y remato, partamos de la base, que yo considero la crítica como una actitud o actividad social e intelectualmente positiva.  Hasta aquí nada que objetar.

Abrumado y aburrido

Pues sí, así se siente servidor por toda esta ola (más bien tsunami) de críticas circulando a toda velocidad y en todos los sentidos por las autopistas de la información, con Internet en primer lugar, tertulias de TV y radio, (estas no tiene desperdicio) bares, centros de trabajo, públicos y privados o cualquier lugar de reunión de más de una persona.

Muy bien, hay que criticar y denunciar, y un buen ejemplo es el de las personas que van a protestar y oponerse a un desahucio, o algunas manifestaciones también más que justificadas, pero para mí, no es ese el problema «vital», eso está muy bien, ¿de que me quejo pues? Pues en primer lugar se queja mi correo, hay días que decenas de correos con los más curiosos, tristes, fantasiosos, artísticos, divertidos, etc. soportes llegan a mi «bandeja de entrada»  ¡¡ufff!!!  Como válvula de escape, y si me apuran, como terapia, está bien, pero ya resulta cansino.

Yo propongo parar un poco, hay que ver los miles y miles de horas invertidas en esta tarea.  ¿Y total para qué? Toda esta sobre-información, pienso que sirve de muy poco.  Esto es como el agua, bebida en su justa medida, es sana y necesaria, pero prueba  a beberte cincuenta litros de agua al día, ¿Qué sucederá?  También podríamos poner otros ejemplos, el vino, las frutas, etc.  Pues ahí quería llegar.    Entonces ¿Qué hacer?

Hace unos días, en un bar donde yo suelo parar a descansar en mis recorridos de senderismo y tomar un “cortado” y un buen pulso a una determinada parte de la sociedad tomando las correspondientes notas en mi inseparable bloc,  se entabló, o se continuó, con la consabida tertulia, por supuesto, como cada día, y como no, como cada día, todo el tiempo se estaba dedicando a criticar, ¡cómo no¡ a los políticos.  La verdad es que ya estaba cansado de oír siempre lo mismo, y pensaba, ¿es que no podemos, una vez ya dado el correspondiente y merecido “repaso” a los políticos, Bankia, Urdangarin, Bárcenas, etc. hablar de otras cosas más “productivas” siquiera intelectualmente?  Y ahí lance muy diplomáticamente mi pregunta: ¿Qué pasaría si no tuviésemos algo o alguien a quien criticar?  ¡Pero qué dices!!!  Hay que criticar, criticar es lo más importante en la vida, ¿Qué pasaría si no criticásemos?  ¡El mundo se hundiría, todo se vendría abajo, un desastre!!!! No habría progreso.   Hace unos días estaba en Madrid, era un frío día, entré con un amigo en un café/bar de la calle Alcalá a tomarnos un café calentito, y allí estaba un grupo en plena tertulia, ¿y saben cuál era el tema? ¡Bingo!

Bien, en mi habitual bar, me quedé más solo que un apio con mi teoría de la sobre-crítica.  Sí, pero… Intenté razonar muy humildemente, que también se podría hablar de otras cosas, hay otros, pienso, temas que darían mucho de sí y enriquecerían a los contertulios…  pero oiga, ¡no y no!  Incluso, en un alarde de atrevimiento, sugerí que también la auto crítica es buena para el avance de la sociedad  ¡Qué dije, dios mío!!  Bueno, no lo dudéis, ese es tema para otro día. (el de la auto-crítica)  ¡Y yo que siempre creí, y practiqué la auto crítica, porque creo que es el camino hacia el “éxito”!  ¿?

Bien, pensé, recapacitemos, igual tienen razón, y llegué de momento, a algunas  provisionales conclusiones.

Lo bueno y lo malo.

Lo bueno de esta “pasión” por la crítica, puede ser el hecho que actúe como válvula de escape a muchos malos momentos o frustraciones personales, de personas cercanas o, de una visión más general de la sociedad.  Pero observando el comportamiento de éstas, no me refiero solo a las del bar, esto sucede en cualquier centro de reunión,  muchas personas se excitan, auto-cabrean, insultan y se dan unos chutes de adrenalina que no creo que sea muy saludable, porque al final, parece que se desahogan, pero en realidad quedan más estresados y cabreados que antes. Y eso es lo malo.  ¡Lo que no consigan los políticos!!  Y nosotros, hala, que si la culpa es de la Merkel, no, del Rajoy, tú qué sabes, la culpa es del “capital”, etc. y todos parece que tenemos razón, y aún más, la solución, “Habría que hacer esto y lo otro” “No, lo que habría que hacer es…” etc.  Bien, sugerencias que la mayoría, yo firmaría ahora mismo. Pero…

Pero subamos a la Azotea y abramos el gran angular.  La gente en general, quiere, o propone, que se cambien las Leyes y normas para que los de siempre no sigan “chupando” la sangre del pueblo. Totalmente de acuerdo, eso está muy bien, pero…. por ahí no va la solución, al menos la definitiva.

De acuerdo, intentemos cambiar las leyes, ¿Quién tiene la posibilidad y la potestad de cambiarlas? Respuesta sencilla y obvia: Los que están en el poder, los políticos (no olvidemos que influenciados por “el capital”)  Por lo tanto, si hacen cambios en las leyes y las normas, éstas seguirán la misma línea, es decir, favoreciéndoles a «ellos».  Porque serán lo que sean, pero tontos no. Harán “maquillajes”.  Cambiar para que todo siga igual ¿o no?

Entonces ¿cuál es la solución? No puedo afirmar si sería la solución, (¿o sí?) pero pienso, que una vez más podemos tomar nota de algunas sabias recomendaciones, algo que nos haga reflexionar.  Por ejemplo, la parábola que se cuenta de Buda.  Vamos a ello…

Cuentan, que Buda estaba departiendo con un grupo de sus alumnos, éstos le preguntaron que por qué no se dictaban nuevas leyes en su país como hacían en otros cercanos países, y que ayudasen a un mejor y más justo funcionamiento de la sociedad.  Buda se encogí de hombros y siguió caminando.  Se tomó su tiempo, como suelen hacer los sabios.  Sus alumnos, día tras día le hacían la misma pregunta, al final, un día Buda les anunció; “Mañana os daré la respuesta”  El día anunciado había llegado y todos los alumnos se prestaron a escuchar con  devota atención las palabras del Maestro.  Después de un largo silencio, Buda habló: “De que nos serviría cambiar las leyes, si las personas son las mismas  (Buda sí se había subido a la Azotea)

Buena respuesta. Entonces ¿qué hacer?  Pues hay que hacer “algo”.  Buda nos lo pone en bandeja…  Yo, ya di mi respuesta  (porque hay que mojarse, oiga) sobre lo que pienso, y creo que  hay que hacer, la puedes ver en mi anterior artículo “La Escalera Social” (2).