En profundidad y “para lectores sin prisas”

Mientras eres capaz de mantenerte en tu Azotea, puedes escrutar  el mundo con la mirada a través de los “ojos de la razón”, ello te permite observar infinidad de cosas que es imposible vislumbrar desde otra posición, y por lo tanto, ocultas a los que no están en ese peculiar espacio o “lugar”.

Pero estar en la «Azotea de la Libertad» y ver tantas y tantas “cosas”, también te lleva a preguntarte muchos “porqués”, algo que al ser humano le gusta muy poco que le planteen.

Recuerdo, que era un tiempo de “vacas gordas”.  El pensador (antes una profesión, después una actividad) miró por el ventanal de su humilde pero amplio despacho mientras su vista se perdía entre los multicircuitos de su cerebro.

En una calmada mañana con un ambiente de  bastante neblina fruto de la humedad de la noche  y los primeros rayos de sol intentando caldear el ambiente, me encontré con la mirada de mi fiel mascota el cocodrilo “Bolso”, con quien suelo compartir y mantener algunas reflexiones (quien haya leído mi libro YO…COCODRILO  “Cómo nace un Triunfador”, lo comprenderá), a su lado, un  «panfleto», no sé cómo había llegado hasta allí, ¿? en él, podía leerse  algo sobre “liderazgo”.  Era como una insinuación de Bolso a pensar sobre el tema.  Lo cierto es, que he leído, escrito  y he impartido conferencias y seminarios en torno a mi peculiar forma de entender eso del “Liderazgo”, pero en aquella invitación  había “algo más”.  De pronto, empezaron a desfilar a toda velocidad por mi mente infinidad de personajes y situaciones relacionadas con el tema, desde Sócrates, Confucio y Jesucristo  hasta Obama pasando por Napoleón, Gandhi, Adenahuer… Induráin, Distefáno… Henry Ford, Bill Gates, Steve Jobs… y aquí empezaron a frenarse todas estas imágenes, en nuestro tiempo, y con la visión de significativos líderes empresariales.

¿Qué pasa con los líderes empresariales? y mirando a mi mudo contertulio Bolso,  me pareció que me inquiría “Eso Juanma,  ¡los jefes!”.

Jefes, jefes, jefes… recuerdo una anécdota que pienso viene al caso. Era justo el día anterior a que debía de incorporarme a cumplir  con el inevitable “servicio militar”.  (¡que tiempos aquellos!)  Iba despidiéndome de los familiares y amigos de mi pueblo y en la calle me encontré con un vecino con quien tenia mucha confianza, era ya todo un «veterano» de la vida, ya cuando nos despedimos, a modo de consejo me dijo´- “Recuerda Juan Manuel, al menos consigue ser Cabo”.

–  Pero si todos me han dicho que pase desapercibido mientras dure la mili. – contesté

–   Si eres “soldado raso”  – sentenció – todos te mandarán, si eres Cabo, como mínimo tú mandarás a cuatro soldados.

La verdad es que una vez metido en cuestiones  de milicia, me di cuenta que mi veterano convecino tenía razón, tanto es así, que fui  ¡Cabo 1º!  y llegué a mandar  (creo que de forma muy peculiar) a ciento veinte personas (nunca me parecieron militares, porque no lo eran)

Y ¿dónde  quiero ir a parar al describir esta intima parte de mi currículo? (de la parte militar, aunque bastante light, está claro que no me enorgullezco) Vamos a ello.

A lo largo de mis posteriores años, he ido observando, en la medida de mis capacidades, esto de los comportamientos humanos. En mi primera etapa en la “gran ciudad” como obrero “raso”, me interesaba en aprender y más aprender (claro, cuando uno no sabe casi nada, y le inunda la ignorancia, es lo que toca) quería, como me había inculcado mi padre, ser bueno, o el mejor, en lo “mío”.   Pronto me di cuenta, que ampliar tus horizontes creativos, tenía mucho que ver con el “mando”, con ser jefe de “algo” (al menos Cabo)

Tuve la gran suerte de desarrollar mi actividad profesional en un ambiente muy diferente al de la mili. Tuve un gran jefe/maestro (A.G.) que en base al humanismo y la ética me permitió desarrollar mi creatividad y también mi crecimiento profesional y personal. Y por supuesto, conseguimos grandes éxitos.

En aquel entorno se ejercía el mando con respeto, sin abusos, de forma participativa y predicando con el ejemplo.  Siempre hubo y hay jefes honestos y éticos, también siempre los hubo y los hay que ejercen el poder con ”j”.

A lo largo de cuatro décadas, he tenido la oportunidad de conocer centenares de jefes de casi todos los sectores de la economía.  No es mi intención hacer una clasificación exhaustiva de los mismos, pero si haremos una simple diferenciación para ayudar a comprender mejor  mi reflexión final.

Puede que a alguien no le haya gustado mucho alguna palabra de las que componen el título de este escrito, para evitar malos entendidos, aclararé que la palabra “cabrones” la utilizo en base a la descripción de la cuarta acepción (adj. yn. vulg.) del Dicc. María Moliner  “Persona malintencionada”, que la diferenciaremos de  la “Persona bienintencionada”

Llegados a este punto de mi reflexión, parece que mi amigo el cocodrilo Bolso me inquiere ¿Por qué?  ¿Por qué hay jefes malintencionados? (es decir, cabrones)  Posiblemente algunos lectores me planteen:

  1. “No todos los jefes son así”.   Cierto, yo conozco muchos de esos.
  2. “Siempre hubo jefes cabrones”.  Cierto, yo conozco muchos de esos.

Pero, una vez más, no vamos a quedarnos en la excusa estéril o la intelectualización barata.  Como mínimo profundicemos en algunas de las causas de este modelo de personalidad.

Y ya hemos llegado al quid de la cuestión, a la esencia del problema, la “personalidad”.

Ciertamente, estos jefes, tienen una personalidad “peculiar”.   Veamos, su conducta, forma parte de su forma de reforzar su  (débil) personalidad.  Necesitan mandar y dejar constancia de su “poder”.  Quien no lo consigue, (salvo excepciones) entra sin remedio en una grave depresión, o en una deriva de «ayudas artificiales» para «ir tirando». (¿la vida?)

¿Y cuál es el síntoma neurótico?  Pues en realidad, lo que subyace en su personalidad, aunque pueda parecer extraño, es miedo y/o complejo de inferioridad. (Guión de Vida según el A.T.) Lo intento explicar con una nueva metáfora.

La metáfora de la camisa rota y/o sucia

Imaginemos una camisa en buen estado de hombre o mujer. Esta camisa representa la mente de esta persona, ¿Qué es una “neurosis”?  pues sería, en función de la importancia del síntoma neurótico más o menos grave, unas pequeñas o grandes manchas en la camisa. Representarían miedos, manías, obsesiones, etc.  algunas pueden ser “lavables” y desaparecer, otras no.  Un síntoma mayor, sería un roto, o un desgarro de la ropa, en este caso, algo más grave, en algunos casos, puede remendarse, pero es posible que se note la “costura”, es decir, difícilmente desaparecerá el “síntoma/conducta”. (Estaríamos hablando de psicosis)

Hay camisas entre los empresarios y directivos, con bastantes manchas y rotos. Imposible negarlo.  También sería bueno que revisásemos nuestras «camisas», igual tenemos alguna sorpresa. (algún día no muy lejano, hablaré de las “camisas” de los políticos  ¡casi ná!)

Y sigo mirando a mi amigo Bolso.  ¿Qué hacer con los jefes cabrones?  Pues dado que hoy no se valora demasiado el humanismo ni la inteligencia en las empresas, no hay muchas más opciones que las de huir, si se puede claro, de ellos, o hacerse autónomo/empresario, que tal como están los tiempos… ¡ya me contarás!  Lo que no es rentable o no interesa es, enfrentarse a ellos, lo de intentar reflexionar, estimo que también es tarea baldía.  Mal lo tenemos con estos “personajes” proclamo.  Es recomendable, porque es eficaz, además de intentar «evitarlos», una buena dosis de A.M.P. diaria. (Actitud Mental Positiva)

Yo prometo ir dando ideas en mis escritos, para ir superando en la medida de lo posible, las situaciones que se nos puedan presentar con estos impresentables.  Pero no olvides, que  “cabrones y cabronas, los hay en todos los lugares.  ¿Pesimista?: No,  ¡denunciante!

Y una última reflexión ¿Por qué los empresarios no se han “enterado” que los jefes cabrones no son los que obtiene mejores resultados económicos en las empresas?  No será que…

Y como corolario:

No todos los jefes son cabrones, ni todos los cabrones son jefes