El poder de las sacarinas mentales

Ahora toca explicar la «metáfora de la sacarina». Pareciera este, un producto simple y secundario, y utilizando un símil futbolístico, podríamos afirmar, que este edulcorante es un humilde suplente del titular ¡el azúcar!

La mentada  y humilde sacarina, no veáis los “arreglos” que nos aporta. Es como un anti estrés, un elemental recurso para guardar la «linea» y una fuente de excusas para algunos de nuestros desvarios nutricionales, pero a la vez, alimento de nuestra mente emocional.

A lo largo de los últimos tiempos, he ido recopilando información sobre este fenómeno. Mis fuentes de información, nada científicas por cierto, pero que considero muy creíbles, son el resultado de la observación y curiosidad que me producen ciertos comportamientos de muchos de mis congéneres. Estas son mis fuentes: Mis ojos, mis oídos y mi memoria. Las informaciones para este estudio, fueron tomadas en los lugares más emblemáticos en los que se desenvuelve nuestra sociedad, por ejemplo en bares, restaurantes, hoteles, plazas y calles, empresas, reuniones de amigos y no amigos, tertulias de radio y TV, (y para poner tambien algún mal ejemplo, incluso en algún «Congreso de Diputados») etc. y por supuesto a personal de todo tipo, “nivel” y condición. Por razones de espacio expondré solamente algunos ejemplos. Empecemos.

Las gorditas y gorditos, que después de una opípara comida, piden su correspondiente café, pero… ¡con sacarina por favor!

Ese “bien vividor” que se atraca de un buen cocido, costillas, butifarra y pies de cerdo, unos buenos lingotazos de buen vino en caso de personas pudientes, y el correspondiente botellón de tinto peleón con gaseosa, para clases más humildes, pero no menos dignas, y para desengrasar, en casi todos los casos, un café, pero que sea ¡con sacarina eh!

Esa persona que va a un restaurante de “comida rápida” (como si la comida corriese) Se pide su hamburguesa doble con ración también doble de patatas fritas, más algún acompañante  para cerrar el ciclo, y todo regado con su correspondiente ración de coke en gran vaso. Para que el ágape no quede incompleto, aunque el café no suele ser muy “allá” que digamos, allá que se lo sirven con su vasito y cucharilla de plástico, y por supuesto, su ¡sacarina!

Cambiamos de personajes y «territorios» y nos volvemos más sutiles. El loco de la carretera. El que no cede el paso cuando debiera y los stop solo son “un freno para su desenfreno”, cuando toma su café, incluso pausadamente, pide su café ¡con sacarina!

Más sutil aún. El político corrupto y/o “sobrado” (es decir, la gran mayoría de ellos) bien en el bar del Congreso, Senado, etc. o en las instalaciones públicas correspondientes, pide de forma disciplente y suavizado poderío, su subvencionado café ¡con sacarina Fermín!

Muchísimo más sutil. Obispos y Ministros, unos representantes de Dios en la Tierra y otros (al menos en España) representantes de no sé muy bien qué, pero intuyo que algo relacionado con el Euro, no lo duden, también se toman su café ¡con sacarina!

Sacarina un excelente edulcorante del café, pero también se utilizan muchos edulcorantes para “suavizar” otras cosas además del café. ¡Y ya hemos llegado donde este humilde observador/relatador pretendía!

Así como la sacarina sirve básicamente para endulzar ciertos líquidos, hay otro tipo de sacarinas, son los “edulcorantes mentales”. Son pequeñas dosis de mensajes que estos, citados en último lugar y muchos, pero que muchos más, se inoculan para edulcorar ciertas actuaciones/comportamientos.

El loco del volante, dice “Vale, pero antes de saltarme el stop, miro bien”. El político, «Lo hice con la mejor intención, además yo se muy bien lo que es mejor para el pueblo” (es decir los que pagan todo). Los Obispos, el aborto, el preservativo, “Son leyes divinas”.

También podríamos llamar a estos edulcorantes, excusas, justificaciones o proyecciones, es decir dar la culpa de sus desmanes a «otros». Son como la droga de la bondad, se la toman y se quedan tan amplios.

Pues para que no se diga, remato con la consabida metáfora. Ejemplo, el político o religioso, hace la tropelía de turno (es decir se toma el café), y la justifica con la consabida sandez del «Lo hice por el bien de todos» o «Es mandato divino» (es decir, se acaba se tomar la sacarina), y por supuesto, se quedan tan panchos. En la mayoría de las ocasiones, son los «remedios mentales» de los hipócritas, los pobres de corazón, o los típicos y simples “terráqueos”. Quien esté libre de sacarina que tire el primer “terrón”. Y por supuesto, te invito a pensar… ¿cuántas sacarinas te has tomado esta semana?

Dejamos para otro estudio la que he dado en llamar “droga de la tecla”, es decir, como se lo monta el personal detrás de un teclado para justificar/edulcorar ciertas «veleidades» socio/emocio/intelectuales. Prometo publicar un estudio tan poco científico pero tan creíble como el de los “edulcorantes”, y digo fiable, porque lo habré visto/leído con mis ojitos, y oído con mis propias orejitas.