El reto de aprobar el «decálogo»
Para lectores sin prisa
Los mensajes y las actualizaciones en las redes sociales, suponen una reducción en el nivel de productividad en algunas empresas y organizaciones.
Estas son algunos, tal como indiqué en el anterior artículo: La epidemia de los «chirimbolos» tecnológicos, de los datos y soluciones que han puesto en marcha algunas importantes organizaciones.
Jamey Jacobs, vicepresidente divisional de Abbott Vascular, una filial de la empresa de salud Abbott Laboratories, se percató el año pasado de que sus 200 empleados habían acumulado estrés al tratar de no perder la concentración en medio de la ráfaga cotidiana de correos electrónicos y reuniones.
«Se volvió algo frustrante en lo personal al no estar terminando las labores que querían completar», afirma. Los asistentes a las reuniones revisaban a menudo sus mensajes, intentando hacer varias cosas a la vez y perdían la concentración.
Parte de la solución para el equipo de Jacobs fue una tecnología que a menudo pasa desapercibida: el teléfono.
Jacobs y el consultor de productividad Daniel Markovitz hallaron que los empleados se comunicaban casi todo el tiempo a través del correo electrónico, independientemente de que el asunto fuera común y corriente o urgente, como un problema con los sistemas.
Jacobs y Markovitz les dijeron al equipo que dejaran que la importancia y la complejidad del mensaje determinaran si se iban a comunicar por móvil/celular, el teléfono de la oficina o el correo electrónico. Los mensajes verdaderamente urgentes y los problemas complejos merecían llamadas telefónicas o conversaciones en persona, mientras que el correo electrónico se reservaría para los asuntos que podían esperar.
Ahora, los empleados usan el teléfono más seguido, envían menos correos internos y dicen que cuentan con mayor claridad sobre lo que es y no es urgente, aunque Jacobs sostiene que el personal debe mantenerse al corriente de los correos enviados por los clientes o colegas fuera del grupo.
Roberson, la ejecutiva de eBay, recientemente instituyó como norma no usar dispositivos electrónicos durante algunas reuniones de su equipo, un cambio que las ha vuelto mucho más eficientes.
En el grupo de software y servicios de Intel Corp., en el cual trabajan unas 14.000 personas, los empleados estaban preocupados porque no contaban con el tiempo suficiente para pensar más a fondo sobre la mejor forma de abordar problemas porque pasaban demasiado tiempo intentando mantenerse al corriente de las tareas cotidianas.
Los gerentes decidieron, por lo tanto, implementar un programa piloto que permitiera reservar varias horas a la semana para hacer un trabajo más enfocado en un problema.
Durante cuatro horas semanales de «tiempo para pensar», los empleados no tienen que responder correos electrónicos ni asistir a reuniones, a menos que se trate de algo urgente o si son parte de proyectos colaborativos.
Visto desde mi Azotea, todos estos informes, actuaciones y reflexiones, que personalmente suscribo, nos llevan de nuevo a la pregunta que tantas veces he planteado, y que tantas veces he respondido. (Yo, erre que erre) Todas estas conductas, y, o excesos, (y muchísimas más de la misma o más lamentable índole), aparentemente impropias de personas inteligentes, formadas y honestas, ¿Por qué se producen y reproducen constantemente?
Para encontrar algunas de las respuestas que pueden darse a la pregunta en cuestión, podría remitir al lector o lectora a algunos de los artículos publicados en este Blog, o a algunos de los libros que también ha publicado quien suscribe. Pero no quiero pasar la oportunidad, (ya que me propongo dejar este tema durante algún tiempo) de al menos, dar aquí alguna orientación.
Ahí va mi decálogo (uno más) del origen de algunas (casi todas) de las más básicas “penurias” humanas. No solo las de utilizar de forma cuasi compulsiva esos “chirimbolos” mágicos que a través de siderales energías nos conectan con “todo el mundo”, sino al resto de comportamientos que tan negativamente afectan a la humanidad, es decir, la gran mayoría de seres humanos. Algunas de las cosas que deberiamos «mejorar»:
- Somos débiles psicológicamente. El cambio “real” nos produce ansiedad/estrés.
- Nos invade el miedo. Tenemos miedo a ser libres. No lo olvidemos, vivir atrapados en las “redes” y “chirimbolos” (ej. WhatsApp y similares) nos hacen prisioneros.
- Somos masa. Aunque solo haya una persona (Ortega y Gasset) Hemos pasado de la “tribu” a la “manada” (pensamientos “alineados”)
- No tenemos objetivos claros y positivos que den sentido a nuestra vida.
- Nos “tragamos” todos los cantos de sirena de la publicidad y las modas.
- Valoramos más el “tener” que el “ser”.
- Somos muy poco solidarios.
- Vivimos una vida de vértigo, a toda velocidad, como marionetas. (observo, que muchas personas “hacen nada a toda leche”)
- Somos acomplejados/envidiosos y nos gusta, como sea, tener más que los demás. Intentamos apagar la vela del otro para que la nuestra brille más. (¡Apaga y vamonos!)
- No dedicamos tiempo a escuchar, pensar y reflexionar: Carencia de “sentido común”.
Así nos va…
Si alguien, después de escuchar, pensar y reflexionar, NO se identifica con este decálogo, ¡FELICIDADES!!
Totalmente de acuerdo (como siempre) con tus comentarios, la pena es que acabo de comprar uno de esos «chirimbolos» a los que aludes y no por envidia, sino porque me sale más barato comunicarme con mis hijos y nietos. De todos modos, totalmente de acuerdo con tu teoría. Gracias.
Gracias por tu comentarío.